lunes, 25 de septiembre de 2017

POLVO ZOMBIE

POLVO ZOMBIE

         La idea fue de La Pispa.
         Ya habían utilizado varias veces la burundanga y la tenían dominada. Maduro y La Pispa para los atracos con Marlene, ya sin tanto combo ni alboroto; y Ágata con sus cuchos en carro, que había  reactivado luego de un largo receso desde el enredo con lo del ex gobernador en la salida para Arauca (hecho aquel que finalmente no pasó a mayores porque la negra fama del tipo y su licencioso historial hicieron considerar la suya como una muerte natural). Con el descubrimiento del Polvo Zombie se aseguraban el éxito de las operaciones sin riesgos ni violencia. Pilado. Sin mayor esfuerzo drogaban a las víctimas y las convertían en robots de carne y hueso.
         Al Profe le comenzó a sonar la cosa de inmediato. Estaba convencido de la relación directa del carnicero con la muerte de su papá, y de lo que ahora se podía hacer con el tipo para descubrir sus enlaces y a quienes lo habían contratado.


         De la escopolamina lo único que no conocía era que sus compinches la estuvieran utilizando; pero esta vez, en lugar del estremecimiento que le provocaban sus andanzas ilegales, descubrió al instante que era precisamente esa vaina y ninguna otra, la manera perfecta de caerle a Matíz.
         Aunque nunca la experimentó, desde muy joven había comprobado de primera mano sus efectos desastrosos cuando a un amigo le habían dado, dizque por joder, una pepita que le ofrecieron como maní africano, la cual se tragó sin dudarlo y fue suficiente para que al otro día estuviera la mamá desesperada llamando a los compañeros del adolescente para averiguarles qué podía pasarle, que había llegado tan raro por la noche, empendejado, y ahora no había manera de bajarlo de encima de un armario dónde pasó la noche.
         Otro la probó, y nunca supo si por voluntad propia o engañado, en el famoso festival roquero de Ancón, al sur de Medellín, y apareció a los dos días en Manizales, sin la menor idea de cómo ni por qué, aparte de las señas en los zapatos y la ropa de que todo lo había hecho a pie. Y uno más, que sí lo hizo de curioso, deambuló tres días por la ciudad sin reconocer a nadie y hablando solo. Ninguno de ellos recuerda nada de aquellas horas.
         Luego se volvió común su utilización en los bajos fondos como la forma perfecta del atraco, y se hizo más amplia la información sobre la planta, sus derivados y sus efectos.

 

         El Cacao Sabanero, quizás la más peligrosa de las drogas en la calle, es el producto de las semillas del Borrachero o Trompetas de Ángel, un bello arbusto tropical común y silvestre, de  grandes flores  como cornetas blancas, amarillas o rosadas. La Brugmansia, una solanácea de múltiples nombres comunes y diferentes usos desde medicinales hasta criminales pasando por rituales chamánicos e, increíblemente, recreativos, especialmente por ociosos incautos que ignoran sus efectos demoledores. Pero la peor parte la llevan las víctimas inocentes, drogadas de múltiples como sencillas maneras por inescrupulosos delincuentes, y convertidas en entes humanos con todas sus facultades funcionales menos la conciencia y la voluntad. Como hipnotizada, la persona queda a merced de quien quiera manipularla, responde lo que se le pregunte y actúa como se le ordene, sin reticencia. Un arma macabra, el Aliento del Diablo.


miércoles, 6 de septiembre de 2017

LO OTRO



LO OTRO

         Maduro se tenía que ir. Se paró de pronto y salió volado, luego de pedirle espacio al Profe en la puerta. –Yo me tengo que abrir... ¡ojo! Profe, ábrame paso– cogiéndolo del antebrazo con suavidad –¡qué falla! después hablamos, después hablamos– Y ya desaparecido por el roto del piso y muy pasito –Un cruce delicado, a lo bien–. Ya sabía lo que estaba contando La Pispa sobre las güevonadas de la flaquita de que se iba a morir y que “las honras fúnebres” y que tales. Si hasta había estado dizque reservándole el local del bar al cucho del Rayito para el velorio y no sé cuantas.
         El tal cruce era llevar un “servientrega”, como les decía a los domicilios de droga que les hacía a los clientes encorbatados de Romano. Delicado, porque éste era para uno re duro. Habían quedado de recibirlo en la portería del edificio en el centro, temprano por la noche y ahí mismo darle el billete, incluida su comisión.
         Mientras esperaba en la puerta de la vidriera vio abrirse sobre el vestíbulo bien iluminado, el ascensor con un man y tres viejitas que le recibieron al portero una bolsa de supermercado, que revelaba botellas; se volvió a cerrar y siguió para el doce. Entró Maduro y en el mostrador se sacó de la bragueta el paquete de plástico que el portero metió en un sobre de manila luego de haberle entregado, contados, varios billetes. Estuvo tentado a preguntarle por el tipo con las sardinas en el elevador, que no pudo ver bien pero se le pareció tanto a Matíz. Un destello de sensatez lo dejo callado y se quedó con semejante duda. Y la de quién era el de arriba, Don Darío, cómo lo llamaban en clave para las entregas, que ya eran varias. Pero nada que lo delate más a uno que la preguntadera... boleta pura. Así de sicosiado estaría.


         Maduro se fue y La Pispa le comenzó a hablar con más frescura a la flaquita para calmarla de la rabia con ella por estar contando lo que todos sabían; hasta El Profe, que había oído algo pero seguía pidiendo detalles de todas esas locuras de irse a escoger en la diecinueve las telas fosforescentes en que la envolvieran para enterrarla, y el color de las veladoras en la tienda de Los Agustinos. –Si ve que no pasa nada, flaquita. Es por su bien. Ya que no está Maduro dígale al Profe lo otro. Tenemos que confiar en este bacán, Agatica...–

         Lo otro era que donde Matíz no habían sido las cosas como ella les dijo –pero Maduro no puede saber Profe, júreme. Usted sabe cómo es ese niño de atravesado... Yo a ese man no le pregunté nada, mentiras. Yo me lo estoy es calentando–.