ÁGATA Y LA PISPA
La Pispa sentada en el andén
mordiéndose las uñas habla y habla de lo preocupada que la tiene esa loca de
Ágata otra vez perdida, como andaba de embalada cuando se les abrió hace ya
casi dos días y con ese azare en que la dejó semejante chicharrón de la otra
vez, –…esa culicagada es capaz de cualquier locura bien verraca–.
Maduro mirando impasible el cigarrillo
ni la oye. Es como el papá del par de quinceañeras a pesar de que si acaso les
lleva dos años. Son tres mocosos. Y no es que como dice La Pispa no le importe
lo que le pase a la flaquita, ni que no la quiera igual o más de lo que la
quiere La Pispa, o de lo que él quiere a La Pispa. Está claro que con él van
siempre las dos p’a las que sean, a lo bien.
Y claro que también esta tan preocupado
como La Pispa, pero se mantiene impasible y como si nada, aunque conoce mejor
que ella los riesgos que corre la sardina dando boleta por ahí, con ese muerto
encima…
Había sido como tres semanas atrás. Ágata
llegó toda acelerada a la pieza con el cuento de que necesitaba –...una punta,
que voy es por lo mío–, sin parar de moverse de un lado a otro fumando
desaforada mientras Maduro sin decir palabra le entregaba el cuchillo envuelto
en periódicos que guardó indiferente en la mochila indígena la cual, con su
indumentaria de falda corta de pana con cargaderas y camiseta resaltaban su
largo cuerpo lánguido de adolescente y la hacían ver inocente y tierna.
Sabían para donde iba pero nada le
dijeron porque sabían también de lo inútil de insistirle en semejante embale.
Habían hablado mucho de lo imprudente
de andar solos, pero Ágata era la más atravesada, y le gustaba su cuento con viejitos
ricos arrechos, e insistía en que eso no le funcionaba sino sola: “... ellos
mismos caen, los cuchitos güevones... Y con el primer grito ya les está dando
un infarto...”, decía con la seguridad de quien lo ha hecho muchas veces. –El
mejor ambiente es el Parque Caldas, o Bomberos, porque por ahí se sabe en lo
que anda cada cual. El secreto está en pillarse al marrano preciso, no tanto
que se le note el degenere como el billete, ¿entiende? En un minuto ya estás
instalada en semejante nave rumbo al Arenillo o a La Cabaña; y el resto es pan
comido, llavecita... Un día hasta cayó una señora de sociedad, puro farín fan fá... ¡Huy!, a ésa me la
morbosié primero. Olía rico, la piroba... ¿Se acuerda Pispa de los aretes de
esmeraldas todos bacanos? Ésa.–
Cuando
había vuelto al amanecer La Pispa le notó de inmediato el moretón en la cara y
las manchas de sangre en la falda y en la piel del muslo izquierdo. Ágata
temblaba y tenía los ojos hinchados de llorar. No traía la mochila. Soltando palabras
aisladas les contó que le había metido el cuchillo hasta la empuñadura, por
entre las costillas en el mismo momento en que el viejo le daba el golpe
violento con el revés de la mano, con una fuerza inusitada de quien suponía un
anciano decrépito. Bajando a la Linda. Por fortuna el carro iba despacio y se
metió al patio de una casa campesina, desde donde alcanzaron a verla cuando subía
desesperada por el barranco para salir a la cuchilla de Villa Pilar.
FERNÁNDEZ, EL DE
SEXTO
Cuando oyó que Fernández, el de sexto,
se comía a las niñas de trece y catorce años, resolvió vengarlas, comiéndoselo
a él. Pero no pudo hacerlo porque no soportó el sabor dulzón y empalagoso de la
carne humana.
UN VIENTO HELADO
Hacía un viento helado que se sentía
como barberazos la noche que cumplía su turno cuidando las matas de bareta del
parche, la cooperativa, ya casi a punto entre los matorrales de la cañada del
Bajo Nevado, cuando sintió el portazo y mientras oía el arrancón de un motor
veía rodar el bulto los últimos metros del barranco enmalezado y caer a la
corriente.
—¡¡Hijueputa!!–
Gritó aterrorizado porque de una supo que ese fardo era un “muñeco”, y que ahí
se quedaría atascado como cuando bajaban colchones viejos y costales con
basura, hasta que no los sacaran entre todos, para que siguiera su curso
despejado el chorro con la mitad de la mierda de toda la ciudad.
–¡Hijueputa!,¡hijueputa!,¡hijueputa!.
¡Nos ganamos este muerto!–
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